Imagine Van Gogh: Ausencia en las paredes de la rural.

La muestra Imagine Van Gogh termina el 31 de diciembre. Si fuiste de los que no cayó en el FOMO de ir a verla en su punto más álgido, tal vez te guste ver esta nueva reseña de Laura Krekcza. Lejos del tiempo donde todos los medios te incitaban a ir, esta nota puede darte un nuevo pantallazo sobre la muestra del año en La Rural. 

En la muestra Imagine Van Gogh, Vicent no está. O sí. Quizás es el público el que, de manera activa, deba recorrer toda la instalación hasta encontrarlo. Se puede decir que, de algún modo, la exposición se divide en dos secciones. La primera es la que muestra en cuadros solemnes y estilos más ligados a un clasicismo de letras modernas la biografía. En cada cuadro en el que se cuenta la vida de Vicent eclipsa la luz de los reflectores superiores que desde arriba iluminan formando en el piso de la sala diagonales y rombos. Lo más probable es que este juego óptico no sea parte de la instalación artística, pero sí se puede afirmar que en este suelo se destaca un arte cinético que descansa entre las pisadas de los visitantes.

Se resume en la biografía la vida del artista de un modo ágil y de fácil comprensión para quienes no tengan conocimiento del pintor. Sintetizando a grandes rasgos la biografía y en pocas palabras, Vicent vivió en la miseria y murió en condiciones de total desolación. Este salón inicial abre el comienzo de lo que vendrá más adelante y espera ser descubierto detrás de un gran cortinado oscuro que, de algún modo, prepara a los espectadores al ingreso de una gran escena.

En otras palabras, se podría decir que Imagine Van Gogh es la muestra de una gran paradoja en la que perdura lo absurdo de la vida de Vicent. Se despliega que la vida y la muerte del pintor transitó en una pobreza absoluta, rechazado por la sociedad y no considerado artista, por un lado, contra una cultura de entretiempo y shopping, por otro lado, que se desplaza entre sus acuarelas las que flotan por las paredes de la La Rural.

Algo de Van Gogh sobrevive en cada girasol, en el verde del campo, en el azul de la noche, pero es innegable su ausencia. La instalación Imagine Van Gogh en general no se detiene en mostrar las obras, tan solo sí se ven en completitud los retratos. En La Rural, acompañadas de Bach hasta la Orchestre de la Suisse Romande, doscientas obras se despliegan en tres mil imágenes las que se proyectan en simultáneo únicamente en las paredes y de forma muy ligera en el piso, así ocurre por lo menos en nuestro país distando por completo de otros lugares como Perú y París.

La muestra inmersiva consta de 30 minutos de duración y no respeta la cantidad de gente en las inmediaciones. Si bien es cierto que se detiene a las personas ingresantes en la puerta y hasta se solicita un horario de acceso en la adquisición de la entrada, no se mantienen los protocolos establecidos por la COVID con un número restringido de espectadores, y la instalación se comparte en simultáneo con alrededor de cien visitantes. No hay guía, la experiencia supone un andar completamente libre. La única asistencia es la de una mujer que debe recurrir incansablemente al pedido de la colocación del barbijo, sobre todo para aquellos fanáticos de las selfies y de las charlas ininterrumpidas.

La ausencia de Vicent se termina de observar en el último espacio de la muestra donde la
merchandising con retazos desmenuzados de Van Gogh envuelve tazas, remeras y pósters, y también se percibe en el comienzo con el costo de una entrada elevadísima para media hora de sombras humanas que cubren las pocas pinceladas postimpresionistas que se distinguen medio borrosas por momentos en las paredes. Quizá el artista transite suspendido en las manos de quienes no tienen el dinero para ingresar a estos salones, para quienes el disfrute de contemplar arte no tenga precio, para quienes puedan maravillarse de las obras sin tanto artilugio y meras apariencias.

Por Laura Krekcza. 

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