Antígona en el baño: La tragedia que nos saca una sonrisa

“Antígona en el baño” es una original reinterpretación del clásico de Sófocles. En esta, Verónica Llinás interpreta a una diva cuyos mejores años quedaron atrás y que busca volver a los escenarios. Será trabajo de su representante, Junior (Esteban Lamothe) y de su excéntrico terapeuta Blas (Héctor Díaz). sacarla del baño donde decidió atrincherarse después de un ataque de nervios. Se presenta en el teatro Astral de Jueves a Domingo.

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Por Ezequiel Olasagasti.

Después del negro absoluto que envuelve la sala antes de la función, una tenue luz se posa en la cara de Ignacia (Verónica Llinás). Comienza un soliloquio al mejor estilo del teatro griego, hasta fallar en los nombres de sus familiares. Esto no solo provoca que se prendan las luces del escenario, sino que le pone las primeras sonrisas al público. El primer engaño. Porque “Antígona en el Baño” es eso, una historia donde (la mayoría de las veces) no todo es lo que parece.

Verónica Llinás interpreta a Ignacia. Una diva cuyos mejores años quedaron ya lejos y que busca volver a los escenarios interpretando el personaje de Antígona, en una reinterpretación de la tragedia de Sófocles. Será trabajo de su representante, Junior (Esteban Lamothe) y de su excéntrico terapeuta, Blas (Héctor Díaz), sacarla del baño donde decidió atrincherarse después de un ataque de nervios por el estreno.

Toda la historia se desarrolla en una sola locación, el baño de Ignacia. Es muy atinado que se eligiera esta parte de la casa, ya que se utiliza como medio para desnudar cada miseria, intimidad y debilidad de los personajes. Es una escenografía hermosa que cumple a la perfección con el peso que le exige la obra. Funciona como anfiteatro que alberga todas las vivencias que nos esperan como espectadores. Es casi un actor más, ya que los personajes interactúan con ella constantemente.

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Desde el primer momento, la obra nos mete en una meta-ficción que genera una circularidad constante en forma de espiral descendente. No solo en la trama y su paralelismo con la obra original, sino con las historias de los personajes y hasta con el público. La rotura de la cuarta pared, directa e indirectamente, refuerza el humor y la sátira de esta comedia contemporánea. La intertextualidad de la obra, no solo con la pieza clásica de la que bebe, sino de la cultura popular argentina. Además, la ligereza del texto no deja afuera a quien no haya leído la tragedia original. Ya que, como sus personajes, se apoya solo en el conocimiento resumido que existe en el inconsciente colectivo. Porque, sí, todos conocemos a Edipo o al menos de lo que trata. Es un fuerte de la historia poner a los espectadores al corriente sobre lo que trata Antígona sin necesidad de explicarlo, sino más bien, con la misma trama y diálogos.

El guión, escrito por la misma Llinás junto al dramaturgo Facundo Zilberberg, está cargado de humor. Y no tiene miedo de hacer chistes sobre los dramas de los personajes y la vida en general. Sin embargo, hay algunos “gags” forzados y podrían evitarse. No es necesario que la obra tenga un chiste cada dos minutos, es graciosa ya de por sí. Las críticas solapadas a la sociedad actual son sutiles, clavando los dardos por elevación a quien entendamos que lleva puesto el blanco en la espalda. Productores, actores, divas y hasta la política.

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Otra virtud del guión es que puede construirse la personalidad de cada personaje con solo oír sus diálogos. El personaje de Ignacia es una diva con ínfulas de grandeza que solo es recordada por ser una figurita de la pantalla en los ’80. Llinás lleva el personaje con una gran actuación que demuestra todos sus dotes para la comedia. Junior, su representante, es un millenial cuyo trabajo es complacer todos los deseos de Ignacia. Trabajo que “heredó” (como buen nepobaby) de su padre, el representante de Ignacia en su época de gloria. Lamothe se adapta al ritmo veloz de la obra y brinda una brillante performance. Pone el cuerpo con un histrionismo que nos permite ver la mente de un jovencito desesperado por los vaivenes de su trabajo lleno de estrés. Es el nexo de los días de gloria de Ignacia con la nueva maquinaria de la farándula a la que, aunque renieguen, los actores que interpretan esta obra pertenecen. Tanto Ignacia como Junior son la caricatura de la cultura del menor esfuerzo. Deseando un status por solo el hecho de tener un nombre, sin hacer nada para merecer el reconocimiento. Ni dar todo por la actuación, ni dar todo por el trabajo. Solo víctimas que gritan a los cuatro vientos que el mundo les debe algo.

Una mención aparte merece el trabajo de Héctor Díaz interpretando a Blas, el “terapeuta” de Ignacia. Y necesitaríamos más comillas para poner en la palabra terapeuta. Como en toda la historia, el papel de Blas no es más que una burla a la sociedad contemporánea. Un autodenominado “paisajista de la mente” que encarna toda la cultura de la pseudociencia que nos rodea hoy en día. Sin embargo, como todo buen personaje, está lleno de grises. Intenta ayudar genuinamente a su paciente y, a veces, se le termina yendo al diablo todo el “New Age” cuando las situaciones lo superan. Héctor Díaz tiene una actuación cómica descollante. Va de cero a cien en cada momento acompañado de humor corporal que sus compañeros también saben llevar con mucha excelencia.

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“Antígona en el baño” no teme reírse de lo que debería hacer llorar a más de uno y consternar a casi todos. Dejando, claro, que los momentos de tensión tengan sus minutos para decantar antes de coronarlos con un remate, una puteada bien dada o una simple mirada al espectador. Uno no siente en ningún momento que han pasado más de 60 minutos de obra. La acción y comedia mantienen la atención y la sonrisa del espectador todo el tiempo. Sin embargo, puede que esa sea un pequeño punto flaco. El tercer acto se apresura un poco en resolver algunos conflictos y puede resultar un poco predecible hasta para el público menos perspicaz. Algunos arenques rojos* que el guión desparrama por la obra, más que distraer terminan siendo cabos sueltos que pudieron servir para amarrar mejor el final.

En conclusión, “Antígona en el baño” es una comedia que se va ennegreciendo con estilo hasta su desenlace. Y aunque no es acertado con el 100% de su humor, los diálogos y las personalidades de los personajes, perfectamente interpretados por sus actores, la vuelven un espectáculo por demás recomendable. Los pequeños huecos no afectan en nada el disfrute total de la misma.

*Arenque rojo: Es un modismo que se utiliza en la escritura para nombrar distracciones o pistas falsas.


FICHA TÉCNICA

DIRECCIÓN: Laura Paredes – Verónica Llinás
ESCENOGRAFÍA: Julieta Ascar
VESTUARIO: Sofía Di Nunzio
ILUMINACIÓN: Eli Sirlin
PRODUCCIÓN GENERAL: Juan Manuel Caballé – Ricardo y José Luis Gallo

TEATRO: Astral

FUNCIONES: jueves y domingos 21,00hs
viernes y sábados 22.00hs

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