Arranca Virgo con todo ¿Mente, qué te hice para que me castigues así?
Por Belén Puigbó.
Cuando llega la temporada virgo inevitablemente nos volvemos más analíticos y, por ende, podemos volvernos más crueles con nosotros mismos ya que el sobre-análisis es un tirano mental que desea que hagas cosas todo el tiempo con la promesa de ser mejor. Solo que esa meta nunca llega porque somos simples humanos tratando de sobrevivir en un mundo extremadamente exigente. Cuando todo se pone agresivo y amenazante lo mejor que podes hacer es decorar tu ambiente de palabras bonitas, compasivas y música pum para arriba.
A mí lo que me gusta de la vida es que está llena de metáforas: hay que saber prestar atención y dejar libre a la imaginación. No juzgues tus pensamientos, llenalos de colores e intención.
De regalo de cumpleaños me anoté en un viaje del cual no tenía idea de nada. Me enteré luego de sacar pasaje que era para aprender a surfear, que había yoga en la playa, respiración consciente y comidas ricas y abundantes. Por primera vez en mi vida me permití fluir y dejar de controlar que podía llegar a pasar. Me salió perfecto. Estar en paz y en silencio me permitió reflexionar varias cosas que quiero compartirles y que van justo para una temporada que disfruta castigarse en pos de la búsqueda de la perfección.
No existe la perfección: no es el ideal para esta experiencia humana. Es necesario equivocarse, descontrolarse, resbalarse y caer al piso. La vida te va a enfrentar a escenarios complejos y, a su vez, te va a dejar sin las herramientas correctas para ello, te va a decir que camines igual para ver qué pasa. Eso me pasó a mi cuando me encontré con una tabla gigante, una ola enfrente mío y una Beli que suele asustarse cuando lo que está enfrente es más grande que lo que puede agarrar con sus manos.
El mejor consejo que me dieron fue que me entregara por completo al mar, que me soltara y uniera al revolcón de las olas en el que liberaba ese miedo que vuelta tras vuelta liberaba la tensión. Volverme parte del agua, no querer ser externa a ese consejo, a ese mar. Si te permitís fluir es más fácil salir. Me dije: recordá que sos parte, que somos dos en uno.
En este viaje llevé para leer el libro de Daisaku Ikeda, “Develando los misterios del nacimiento y la muerte”, hay una parte que dice lo siguiente: “El ambiente y el sujeto parecen, a simple vista, fenómenos separados que ejercen influencia recíproca; con todo, en esencia ambos corporifican la realidad suprema de la vida. Son “dos pero no dos”; o, dicho de otro modo, son esencialmente una sola cosa. El budismo se refiere a este principio como la “inseparabilidad entre el sujeto y el ambiente”.
¿Cuál es el afán de insistir en sentirnos separados del todo? ¿De qué sirve querer subir solo la colina y dejar a todos atrás? Sinceramente, sería más bonito ver el horizonte acompañado, sentirse parte de algo más grande. A mí me pasa que cuando siento que el día a día se me torna complicado, me acuerdo que vivimos en una pelota gigante que flota en el medio del nada. Ni idea, es algo surreal pero cierto. Entonces, ¿por qué tanta seriedad ante semejante disparate que es la vida?
Una de mis últimas reflexiones mientras caminaba, que creo yo fue de las más amorosas que tuve para conmigo, fue recordar todos mis fracasos y sentir amor por ellos y por mí. Esos fracasos hicieron que yo quiera evolucionar, mejorar a cada paso. Eso es amarse con todas sus fuerzas. Acá no vinimos a aprender a amarnos, acá vinimos a recordar que nos amamos porque a veces (casi siempre) nos olvidamos.
Beli.
PD: Si te copó el viaje que hice a Ubatuba (Brasil), el instagram de los que organizan es @realfunwave. Y el coach de respiración que es un genio total es @piero.saenz.s
Que sabias palabras: una caricia al alma 🙂