La feria de editores en primera persona

Como cada año, se realizó la Feria de editoriales en la ciudad de Buenos Aires. Pero esta FED ’21 fue especial, ya que volvió a recibir a los lectores de manera presencial luego la cuarentena estricta del 2020.

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La feria de editoriales se realiza desde hace 10 años

Cruz de sal.

Miro por la ventana y sigue lloviendo. Pienso en eso de la cruz de sal pero no me acuerdo si era para evitar o provocar la lluvia. Igual ya es tarde. Tarde para hacerlo y tarde para llegar a la feria antes que abra. El viernes fue un día de sol pleno y, según el servicio meteorológico, el domingo también lo será. Pero la fecha que marqué en mi agenda para ir
está condicionada por unos gotones inoportunos. Son esas cosas de la nueva normalidad a la que debemos acostumbrarnos.
La feria de editores vuelve de forma presencial luego de un año que la pandemia nos mantuvo a todos encerrados cuidándonos. El año pasado se realizo de forma virtual. Ahí la lluvia, si hubiese existido, no nos habría preocupado. Desbloqueábamos el teléfono y recorríamos a el dedo los stand mientras cebábamos otro mate y dejábamos las pantuflas cerca.
Este año vuelve lo que todos queríamos: Los editores, los autores, los lectores y los organizadores. Este año vuelve la Feria de editores (FED) cara a cara y una lluviecita no va a detenerla.

Miró por la ventana y un rayo de sol confirma lo que pensaba, el agua era pasajera. Abro las redes de la FED y muestran fotos de los editores reforzando la impermeabilidad de sus stand con plástico. Debajo de la foto ponen la leyenda: “Atención: la lluvia no nos detiene. Abrimos la puertas a las 15Hs y extendemos la feria hasta las 21Hs.” Agarro la mochila, me pongo el barbijo y salgo de una vez.

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La feria de editores del año pasado fue completamente virtual por la cuarentena del coronavirus.

Un viaje en otra dirección.

Veo por la ventana, esta vez del tren Sarmiento, gente que camina por Avenida Rivadavia en la dirección contraria a la mía. Llevan botellas de agua, calzado deportivo, auriculares paraguas y capas anti lluvia. Me entero, pasando la estación de Villa Luro, que este día se hace también la peregrinación a la virgen de Lujan. Pienso en las similitudes. Otro evento que esperó su vuelta presencial, otro evento multitudinario, otro evento gratuito. Solo que en el sentido opuesto. Y no solo geográficamente.

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Pampita y Barbara Franco en la catedral de Luján luego de la peregrinación.

Al bajar del tren, enfilo para la intersección de Tte. Gral. Juan Domingo Perón y Gallo. A un hermoso parque llamado “Parque de la estación” que inauguraron en 2019. Me lleva instintivamente el recuerdo de un antiguo torneo de fútbol que jugaba en la zona, antes de que existiera el parque. Cuando todo era un poco mas turbio. A unos cincuenta metros de la calle Jean Jaures veo los colores azules de los techos de los stand y los colores flúor de los encargados de seguridad. Una valla marca una de las entradas a la feria que ocupaba la calle Perón a lo largo de tres cuadras hasta Gallo.

Nos volvemos a encontrar.

Al entrar, con un “Buenas tardes” de por medio y aplicándome alcohol en gel desde uno de esos tótem para pisar, veo como el encargado de seguridad aprieta el botón del contador automático que lleva en la mano. La gente va y viene en una especie de peatonal flanqueada a ambos lados por los puestos de las editoriales. Son doscientos diez puestos donde se ubican las doscientos dieciséis editoriales y las más de trecientas librerías que participan. Cada una con su nombre a la vista en un cartel sobre su costado izquierdo o derecho.

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Entrada a la FED por calles Perón y Jean Jaures.

Todos los puestos son similares, con sus productos sanitizantes y sus encargados con el barbijo bien puesto. Algunos tienen pequeños atriles o estantes para exhibir mejor sus libros. La gente se abarrota en los puestos mirando, ojeando y hablando con los editores. No todo son ventas, se ven choques de puños con lectores amigos, autores y familiares.

“Es una feria muy esperada, tanto para las editoriales como para los lectores y librerías”, dice la editora de Peces de ciudad, Soledad Blanco, que viene desde Bahía Blanca. “Es matador pero nos encanta viajar, y más a capital. La editorial tuvo su origen acá y volver implica visitar familia, amigues, autores y autoras. Poder mostrar a los lectores la producción pandémica”, dice Sole.

Su editorial es una habitué de la FED desde hace varios años y cuenta lo movilizante que es todo a nivel emocional. “Reencontrarse con tanta gente querida nos dejó recalculando. En el buen sentido, Obvio” dice Soledad.

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Puesto que compartieron la editorial Peces de Ciudad y Hemisferio Derecho ediciones

Oir, saludar y pedir consejo.

El sol empieza a jugar a las escondidas entre las nubes, otrora, de lluvia. Obligándote a decidir entre dejarte la campera y transpirar un poco o sacártela y esperar la inminente piel de pollo. Lo único que uno no se saca es el barbijo y pienso en las caras que me estaré perdiendo entre la multitud.

Es como si todos tuvieran identidad secreta. Oculta con un cubre boca en vez de un antifaz. Sospecho que cada persona que pasa al lado mío puede ser un amigo lector o un colega escritor. Me pongo paranoico, tal vez pasó por mi lado algún escritor o escritora que, de reconocerlo, le pediría que me firme su libro, una foto y, de seguro, un consejo.

“A mi me interesa asistir a una charla que hay ahora con Martín kohan y Ana Ojeda sobre literatura y política”, dice Mariana González Muggeri, una de las tantas personas que recorre la feria. Mariana camina con una bolsa artesanal de Chai editora de Córdoba y cuenta que además de ser ávida lectora de Kohan este también es su profesor en la facultad.

Kohan, que enseña teoría literaria en la universidad de Buenos Aires, es uno de los mejores escritores argentinos de la actualidad. Ganador del premio Herralde de novela por su obra “Ciencias morales” que fue llevada al cine en el 2010. Lo que describiría perfectamente cuando digo: “Escritores a los que pediría una firma, una foto y un consejo”.

Pero las charlas se atrasaron una hora por la lluvia. Se dan en el espacio cerrado del parque de la estación. Un galpón ferroviario restaurado con una superficie de setecientos metros cuadrados y distribuidos en espacios por demás versátiles. Por lo que decido a obligarme que mis ojos se paseen por los libros de una vez mas que por lo que pasa alrededor para seguir escribiendo esta crónica. Me resulta imposible.

El Parque y los nuevos lectores.

Sigo mirando los stand en los huecos que me deja libre la gente que espera que el posnet tome su tarjeta de débito. Aprovechan los descuentos y promociones. Nadie es ignorante de que estamos con el bolsillo flaco. Yo traje efectivo más por impaciente que por old school.

Es difícil que algo me haga cambiar de opinión. Como muchos, llegué al lugar con los libros que quería tatuados en la memoria. Solo me queda encontrar sus puestos correspondientes. “El hábito del tiempo” de Giselle Aronson publicado por la editorial Azul Francia, “Un tiro en un huevo” de Sebastián de Caro y publicado por HD ediciones . Por último, “Pulpa” de Flor Canosa publicado por editorial Obloshka. Cuentos, poesía y novela respectivamente. A los primeros dos ya los había fichado apenas entré, pero decidí pasear un rato más antes de comprar todo.

La ansiedad que ya no puedo calmar con cigarrillos me pide ocupar la boca. Camino hacia una fila enorme cruzando el parque, donde se darán las charlas. Me invade la duda si esa era la fila para comprar comida. Segundos antes de que cambie trayectoria al chino más cercano comprendo que la fila es para la charla sobre literatura y política que me habían contado. El puesto de comida estaba poco transitado en comparación.

Me siento con un café en uno de los bancos de la plaza. No había cerveza. Hay gente dispersada en los asientos cuya ansiedad les hace chusmear los libros que compraron. Alcanzo pelotas a los nenes y nenas que juegan cerca de mí. Noto que algunos otros revolotean cerca de unos adultos con libros. Un chico recita a viva voz un libro infantil para los pocos oídos que lo escuchan. Algunos nenes dejan de treparse en los juegos para acercarse a ver el libro que lee el señor. Señor para ellos, debe ser más joven que yo. La mayoría vuelve a los juegos pero unos pocos se quedan a escuchar la historia. Solo dos se quedan. Ese joven convirtió al veinte por ciento de ese grupo de niños y niñas en futuros asistentes a la feria.

Filas y la poca paciencia.

Vuelvo a la entrada de la feria y me topo con una fila para entrar. La convocatoria a esta hora es mayor, pero los protocolos no permiten que entren tantos a la vez. Cobra más sentido ese contador que le vi al guardia cuando llegué. Voy al final de la fila. Hago una cuadra, a la segunda me empiezo a enojar y cuando llego a la tercera sigo de largo. Si hay algo con lo que no me bendijo la vida, además de talento para hacer crónicas, es con el don de la paciencia.

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Backstage de los puestos de la FED ´21.

Recorro los puestos por afuera, desde la vereda. Son unas tras bambalinas a cielo abierto. Se ven las cajas de libros para reponer cuando se acaban en la mesa, Los termos, las galletitas y las mochilas. “La feria superó nuestras expectativas”, me dice Jazmín Teijeiro, editora de la editorial Odelia. Comparte la mesa con sus compañeras Karen Álvarez y María Eugenia krauss. Las saco de a una de su puesto para charlar mientras la que queda atiende a los clientes. “La convocatoria es como la de la última FED presencial. Creíamos que la gente no se iba a animar tanto a salir pero nos sorprendieron”, afirman. Me muestran uno de los últimos libros que sacaron, “El ejercicio de perder” de Haidu kowsky. Saco la foto con el celular y la mental para ir por él en los próximo meses. Los libros de esta FED ya estaban seleccionados y el presupuesto es limitado.

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Uno de los últimos libros publicados por la editorial Odelia.

¿La anti FED?

Doy una última vuelta por las afueras. La fila sigue con su extensión de casi tres cuadras y yo sigo con mi obstinación de no hacerla. Algunos autores incipientes miran los libros para acercarse a los editores y preguntarles cómo pueden mandar sus obras para ser publicadas. Se llevan tarjetas y flyers. Anotan teléfonos y agregan redes sociales.

Al llegar a la esquina veo una manta en el piso con libros. A su lado, una bicicleta con más obras colgadas de una especie de perchero literario. Un grupo de muchachos conversan entre ellos y saludan a algunos que pasan. “Acá estamos en la anti FED”, bromea uno a la pasada. Me quedo mirando los fanzines punks encuadernados de manera artesanal y se me cae la baba.

Los chicos se turnan para decirme el precio de los libros. Cada uno parece solo conocer de lo que trajo. Veo que son de editoriales llamadas Artexto, Mil anarquistas, Capuchas y El encuentro literario. Nadie se presenta, pero cada uno me cuenta que el otro es un escritor y/o artista que hace mucho está en el under. “Venimos de varios lados, hay gente que la rema desde hace mucho y buscamos hacer unos mangos”, me dice Pablo. Me cuentan que hay buena onda con varios de la FED, incluso comparten espacios con las editoriales en otras ferias.

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Puesto fuera de la FED, esquina Perón y Gallo.

Faltan dos horas para el final de la feria. Todo se extendió una hora más por la lluvia. Guardo uno de los libros que compré a los chicos de Mil anarquistas. Lo pongo al lado de mi botín de la FED ´21. Conseguí los tres libros que quería y me sobró para ese último capricho de las afueras. Que no hubiera birra terminó siendo un beneficio literario.

Por Ezequiel Olasagasti

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