Halls de edificios, El no lugar: Una forma de ver el mundo que puede pasar desapercibida

Los halls de edificios, más allá de su función primordial de marcar la entrada, pueden transformarse en espacios multifuncionales: un living compartido, una galería de arte, un punto de recepción para pedidos, un jardín interior, o un espacio propicio para tomar llamadas y mantener breves encuentros.

halls edificio

Por Magali Cristoforo

Una entrada, una silla, una mesa y una lámpara. Estos elementos, en su eterna repetición, se presentan ante mis ojos. Camino y me detengo frente a ellos, aún sigo sin entender del todo el por qué. Recuerdo una frase que dice que “en la repetición está la respuesta”; tal vez deba profundizar en este análisis y ver si encuentro una.

Desde hace unos meses, he comenzado a mirar hacia adentro mientras camino, casi de manera inevitable. Es un “no lugar”, un espacio donde la existencia parece tener un doble filo: hay vida, pero también ausencia, donde la espera se vuelve una constante en este tiempo muerto. Todos pasan y nadie se queda.

Observando, confirmó el patrón: todo repite su diseño. Cada objeto está acompañado por la luz tenue de un velador, que, casi como un vigilante, espera en la sala.

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En un instante, reflexiono sobre su carácter casi humano: son ellos quienes nos reciben en nuestra entrada y salida, siempre allí, inalterables.

La espera se entrelaza con la tranquilidad de este lugar. Hay una curiosa rutina en esta soledad que despierta en mí el deseo de hacerle compañía.

El hall es la primera impresión que se tiene del interior del edificio, un preámbulo que ofrece pistas sobre las unidades que alberga: su calidad, los materiales y el diseño. Es esencial que el lobby, sea cual sea su estilo, resulte reconfortante, creando una atmósfera acogedora que invite a transitar. Transitar, ese es el verbo. Transitamos los espacios porque somos parte de ellos. Debe percibirse como un “estar en casa”, aún antes de llegar propiamente al hogar, como bien plantea Brody Friedman.

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Más allá de su función primordial de marcar la entrada, los halls pueden transformarse en espacios multifuncionales: un living compartido, una galería de arte, un punto de recepción para pedidos, un jardín interior, o un espacio propicio para tomar llamadas y mantener breves encuentros. “Quienes adherimos a esa corriente sostenemos la importancia del hall como un elemento diferenciador del proyecto, un espacio con funciones útiles para el usuario”, afirma Ana Astudillo, gerente de Diseño de Brody Friedman.

Astudillo enfatiza que “para Brody Friedman es fundamental que el hall sea fiel a la estética del edificio, manteniendo una coherencia visual, pero sin dejar de ser atractivo. Siempre buscamos sorprender con algún elemento distintivo: ya sea un mueble de gran escala, una obra de arte o una especialidad que llame la atención. Cada componente debe integrar un todo para alcanzar ese equilibrio estético tan codiciado”.

¿Qué esperamos de este espacio? ¿Qué diseño debe tener? En un sector con alta circulación, los halls de edificios ofrecen una manera sutil de percibir el mundo que a menudo pasa desapercibida.

Para concluir este breve artículo me gustaría incluir un fragmento relacionado al mismo:

Palacios Aguilar, J. del C. . Habitar la mirada.

“Habitar la mirada es comprender que cada vez más se ve por primera vez cada cosa, porque habitar la mirada es atravesar el bostezo de la calle, detenerse en el hall de las indecisiones e intentar mirar el interior de nuestros actos, de la lejana domesticidad imaginada: porque la mirada ahora, ajena, es quien ve y quien narra ese espacio que ahora ni es nuestro ni es del espacio; es de la vida, de la arquitectura.”

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Finalmente, los halls de los edificios son espacios de transición, de paso, de espera. No son ni calle ni hogar: son el entremedio. Y justamente por eso, tienen algo magnético. Porque son escenarios de lo cotidiano que nadie mira mucho… pero que lo dicen todo.

Tienen una arquitectura silenciosa. Nada grita. Todo susurra. Esa lámpara solitaria no está ahí solo para alumbrar: es como un ojo que observa quién entra y quién sale, marcando el ritmo de la vida en vertical.

Están diseñados para recibir, pero no para quedarse, eso no los hace menos importantes. De hecho, son el primer gesto arquitectónico del edificio. Ahí empieza la narrativa del espacio. Ahí empieza la identidad del lugar. Es lo primero que vemos al entrar y las primeras impresiones dicen mucho de uno, opinamos sobre ellas.

Solo hay que frenar un poco y mirar, porque cada hall tiene su carácter y eso los hace únicos. Algunos son fríos, minimalistas, con mármol y acero. Otros tienen plantas de plástico y cuadros medio descoloridos. Algunos guardan buzones como tótems del tiempo; otros tienen cámaras, espejos, porteros que saludan o se esconden. Y hasta a veces, mayormente en mi recorrido observando, no hay nunca nadie.

Lo curioso es que, aunque están hechos para pasar de largo, son lugares donde siempre pasa algo. El reencuentro con un vecino, la espera del ascensor, el portazo que retumba. Un espacio que nunca se detiene, aunque parezca quieto. Donde parece no pasar nunca nada pasa de todo. En definitiva, los halls son como prólogos arquitectónicos: breves, pero claves. Por eso tienen ese encanto misterioso, esa poética de la transición que me interesa compartirle al querido lector.

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Un poema dedicado a los halls de los edificios, para que no nos olvidemos de ellos…..


El hall de un edificio, qué lugar tan singular,
puerta de entrada al mundo de lo particular.
No es casa ni es calle, es umbral, es transición,
con su lámpara solitaria, iluminando ese rincón.


Mármol o granito, a veces alfombra gris,
paredes que susurran quién pasó por allí.
Los buzones alineados, como notas en un pentagrama,
y ese eco leve que canta cuando se abre la puerta y llama.


Un hall silencioso, testigo sin voz,
de tacones y pasos, del vecino veloz.
Con su geometría quieta, su resplandor apagado,
es un teatro en pausa, siempre preparado.


A veces tiene espejo, para un último vistazo,
a veces planta seca, o un portero en su palacio.
Y la luz, esa magnífica luz que me llama

Me gustaría verla todas las mañanas.

Hall que no es destino, ni tampoco hogar,
pero donde cada historia empieza a caminar.
Pequeño templo urbano, rincón casi sagrado,
de la arquitectura íntima, el espacio olvidado.

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