¿Qué define a algo como mala literatura? ¿O qué transforma a una obra en buena? Esta pregunta se debate en todas las artes desde que el mundo es mundo. Trataremos de esbozar una posible respuesta aunque parezca imposible. Se suman al debate las escritoras Flor Canosa y Gilda Manso con sus testimonios. También, el editor Julián Contreras y el autor Pablo Martinez Burkett.
La idea es siempre escribir una nota que ponga contentos a los editores, es decir, que no tenga unas diez páginas. Me prometí esta vez cumplir, pero el tema elegido no es tan simple como parece. Es que responder a la pregunta: ¿existe la buena o la mala literatura? No es tan simple como decir un mero sí soberbio o un no demagógico. Hay cientos de factores que hacen que todo termine en un “sí, pero” o un “no, pero”.
Hay una expresión que no se está usando y es clave a la hora de dar opiniones artísticas. Más bien, no la expresión, sino un par de palabras que no nos cuesta más que ponerlas al principio de nuestra apreciación: el “para mí”. Porque el arte es subjetivo, y no se descubre nada cuando decimos que lo que es belleza para uno es basura para otro. Tal vez sea la lógica del lenguaje de las redes sociales que nos está atravesando lo que nos lleva a hablar siempre con afirmaciones. Con declaraciones que, a falta de argumento, cerramos con un simple “pero no están preparados para esta conversación” o un “Y no pienso discutirlo”. No podés discutirlo que es distinto.
Hay un conocimiento que avala una opinión. No estamos en el mundo de redes sociales donde se pretende que la opinión del que leyó tres libros en toda su vida tenga el mismo valor que la del que viene devorando páginas y páginas de hace décadas. Suena feo y duro, pero es así. Si hay una película y de un lado tengo a @pepito5469 diciendo que está sobrevalorada y del otro tengo a Martin Scorsese diciéndome que es una de las mejores películas del año. Perdón, @pepito5469, pero voy a confiar más en Martin. Porque considero que tiene más herramientas para opinar de una película por su experiencia y conocimiento.
Esto opina Flor Canosa, escritora argentina, autora de los libros: “Lolas”, “Pulpa” y “Los accidentes geográficos”, entre otros.
Es una pregunta compleja de muchas formas. Existe, por un lado, la literatura que no me gusta. Es un hecho completamente subjetivo. Puede ser algún género/autor/estilo que solía gustarme y ya no. Puedo odiar un libro que es la vaca sagrada de otro lector. En ese sentido, no se puede hablar de mala literatura, sino de literatura que no es para mí.
Después, podemos pensarlo en términos técnicos. Podemos decir que determinado libro está mal escrito según la academia, según las reglas de la gramática, porque no respeta las formas de un canon, porque tiene errores de ortografía y una larga lista de etcéteras. Algunos de ellos pueden ser por una cuestión estilística o por ausencia/impericia editorial. Ahora bien, ¿no salieron ciertas vanguardias de esas rupturas?
Por otro lado, Por otro lado, ¿todo lo publicado es literatura? En términos formales, sí. Se supone que alguien lo eligió y decidió publicarlo y que otras personas van a comprarlo o leerlo. ¿Un posteo de Facebook es literatura? Podemos encontrar algunos que sí lo son. Supongo que hay otras variables para responder esa pregunta. No tengo una respuesta definitiva, sino varios interrogantes más.
Pero, ¿qué tan difícil es detectar la mala literatura? Se preguntará “la gente”. La verdad, es difícil. Pasa que no es algo de ciencia exacta. No es como en la matemática que dos más dos solo da cuatro. Es más como en la física cuántica: El maldito gato está vivo y muerto a la vez. Los factores son muchos. ¿La buena literatura la define la cantidad de gente que la consume?, ¿la crítica que la alaba?, ¿las ventas?, ¿los premios? La respuesta es todo eso y ninguno a la vez. De nuevo, como ese maldito gato.
No hay mejor enseñanza que las experiencias de la vida misma. Puede ser esto lo que me llevó a escribir sobre este tópico. Me considero un buen lector y también alguien que practica la escritura con el afán de mejorar. Ahora bien, he leído cosas buenas, malas y regulares, y no me tiembla la lengua a la hora de recomendar que un libro esté en el baño y no precisamente para leer.
Sin embargo, aquí es donde aparece la experiencia personal. Pasa que, a veces, te encontrás con personas que te dicen que ese libro que desprecias es su favorito, que lo llevó a leer cuando nunca lo había hecho o que, incluso, le cambió la vida. Ahí caes en la cuenta de que ese libro, que te parece una aberración, ha hecho más por una persona que lo que vos podés escribir en toda tu vida con tus técnicas de tramas en paralelo, personajes tridimensionales, monólogos interiores, etc. Caemos una vez más en el eterno debate de gustarle a la crítica o gustarle al pueblo. Me di cuenta que debería haber dicho “Para mí, ese libro debería estar en el baño y no precisamente para leer”.
Esto opina Julián Contreras, escritor y editor de la editorial independiente Petricor.
Sí, existe la mala literatura. Es esa literatura que se olvida de sí misma queriendo ser algo más o prometiendo ser algo que no es. Esa literatura que se escribe queriendo ser “el libro que te cambia la vida” o “la verdad absoluta del Universo”.
Que una obra sea consumida por mucha gente no la hace buena. Que algo sea elegido por la mayoría no implica que se esté eligiendo lo mejor. Pregúntenles a los alemanes en la década del treinta. Pero saliendo de las bromas de leyes de Godwin, las modas pueden hacer que una obra se venda bien, pero que caiga en el olvido rápidamente. Recordemos “El código Da Vinci” de Dan Brown. Se vendía en las librerías más que el alcohol en gel en el 2020. Sin embargo, ¿quién habla hoy en día de las nuevas novelas de Dan Brown o se muere de ganas de comprar ese título en particular? Sigue sacando libros, sí. Se sigue vendiendo (aunque le tengan que agregar “del creador de El código Da Vinci” para hacerlo), pero ¿es bueno o solo fue un golpe de popularidad por la polémica?
Pensemos en otro autor que sacaba novelas en la misma época: Murakami. Este publicaba en 2002, “Kafka en la orilla”. Recordemos que se lo sigue pidiendo hoy en día para el premio Nobel y sus novelas están siempre en las vitrinas, sean nuevas o viejas.
Hay una novela de John Williams llamada Stoner, publicada en 1965. Es una de mis novelas favoritas del último tiempo y es recomendada por varios autores. Sin embargo, esta historia está teniendo su segundo aire después de un largo olvido desde su publicación. Ya que, por más que la crítica tuvo en su momento comentarios elogiosos, no vendió más que unas dos mil copias en su momento. Por suerte, tuvieron la terquedad de seguir reeditándola cada par de décadas para que algunos encontremos esa gema ignorada por el gran público.
Sin embargo, es entendible porque no les llama la atención a todos. ¿Esto significa que la buena literatura solo la reconoce la crítica? Lo dudo. La crítica es un arma de doble filo. A veces se deja comer por el personaje, o se pone como un patova que no quiere que el gran público entre a ese “Círculo especial” de conocedores de literatura. Por eso, hay veces que la crítica desprecia lo popular por más bueno que sea y resalta lo poco convencional como una forma de contar un chiste malo del que solo ellos se ríen como si lo entendieran de verdad. Basta mirar algunos premios Nobel que no los conoce ni la editorial que los publicó.
Esto opina la escritora y periodista argentina Gilda Manso. Autora de los libros “Los bordes del mundo” (cuentos), “La historia argentina contada por mujeres” (periodismo) y “Un reino muy cerca de casa” (fantasía), entre otros.
Creo que hablar de ‘mala literatura’ así en grande es un error. Durante mucho tiempo se subestimó a los bestsellers o, al contrario, a los escritores con pocos lectores. Que, si es bestseller, está apalancado por la publicidad y el marketing, o si no vende mucho es porque es mal autor o mala literatura. Yo no estoy de acuerdo con ninguna de esas posturas, así como no creo que existan los géneros menores (el terror, el romance, etc).
Si creo que, por fuerza, hay malos autores y malos libros dentro de todos los géneros y de todas las ¿posibilidades? de marketing y comercio. Es decir: vender mucho no garantiza que un autor o libro sea bueno o malo, vender poco tampoco, el género tampoco.
Entonces, no creo en la mala literatura, principalmente porque nadie puede decir qué es eso. Si a mí me gusta un autor destrozado por la crítica: ¿debería dejar de leerlo? Creo que no, pero sí hay malos escritores y malos libros.
Veamos una pequeña comparativa. Acá está la lista de los libros más vendidos en argentina en el año 2024. Fue publicada por Clarín en base a los datos de la página Busca libre.
En el top cinco podemos encontrar:
- “Trono de cristal” – Sarah J. Maas (Editorial Alfaguara).
- “Nexus“- Yuval Noah Harari (Editorial Debate).
- “Hábitos Atómicos” – James Clear (Editorial Booket).
- “La Casa Neville” – Florencia Bonelli (Editorial Planeta).
- “El Duelo” – Gabriel Rolón (Editorial Booknet).
Ahora veamos que dijeron, en el mismo portal de noticias, los periodistas especializados sobre cuales fueron para ellos los mejores libros del 2024.
Algunos libros recomendados son: Bad hombre de Paola Oloixarac, Alcancía: ida de Rosa Chanel, Lucíernaga de Natalia Litvinova, Carrera de fondo de Nadine Lifschitz. Entre otros, que ni siquiera figuran en la lista anterior.
Casi siempre las ventas y el prestigio van por caminos paralelos y hasta contrarios. Salvo cuando aparece un elemento externo que se propone pegarle un patadón marketinero al producto. Tal puede ser el caso de lo que pasa ahora con Cien años de soledad o Pedro Páramo desde que empezó su rotativa audiovisual. Por supuesto que son obras espectaculares y pilares de la literatura latinoamericana, pero era difícil que escucharas en el tren una charla que diga lo interesante que es José Arcadio.
Leamos la opinión del escritor argentino Pablo Martinez Burkett. Autor de los premiados: “Los ojos de la divinidad”, “Crónicas del Doctor Peste” y “El banquete de Tántalo”.
Es una pregunta por demás de interesante porque, además de la lógica connotación estética, pone en juego otro cúmulo de ponderaciones, aún de contenido filosófico. Veamos: en lo personal, casi como un redivido Platón, creo que la belleza es un paradigma universal y objetivo y el gusto es una aproximación subjetiva conforme a las propias representaciones del receptor. No hay obra sin otro que la reciba, la tamice en su propio universo y la devuelva transformada.
Ahora, nada obsta para que esa obra presente graves defectos en el balance de la estructura narrativa, tensión dramática, construcción tridimensional del personaje, hilo conductor con la constante tracción del conflicto, en fin. Todos los elementos en su conjunto edifican el andamiaje de cualquier historia.
Cualquier deficiencia en uno o más de estos puntales va a conspirar contra la consideración de una obra. Ahora bien, muchos autores de renombre tienen ciertas notas tipificantes en cuanto a que, sea por ejemplo, no cierran bien la historia, personajes poco creíbles, una historia traída de los cabellos, incorporación forzada de tópicos ajenos a la trama (ecología, feminismo, etc.). Pero, la originalidad de su historia, lo hipnótico de la trama, hace que uno pase por alto estos detalles o directamente no los note. Aunque son los menos.
En suma: el acceso a los teclados nos ha convencido de que todos nacimos escritores y que merecemos el Parnaso. Nada más alejado de la realidad. Ser escritor es como cualquier profesión: años de estudio, años de prueba y error, años de fracasos, años con ganas de colgar los botines porque el vecino (que objetivamente escribe un desastre) lo publican y merece las loas de la crítica. Solo subsisten aquellos escritores que tienen la llama sagrada de contar historias como los chamanes junto a la hoguera primordial.
Para resumir la respuesta en un renglón: definitivamente sí. Todos nacen sabiendo, todos tienen egos del tamaño del obelisco, todos se consideran el próximo Stephen King postergado por una conspiración del sistema. No tienen idea de la gramática ni de todos los elementos constitutivos de una obra. La posibilidad de autoedición agrava el panorama.
A fin de cuentas, lo que fue malo en el pasado será, creo que indefectiblemente, bueno en el futuro y viceversa. Borges era fan del policial inglés, que se consideraba como una literatura menor en su tiempo. Hoy somos muchos los que amamos a quien fue una burla entre los círculos literarios de la época, Arlt. Todo es una nebulosa muy confusa en la que no se puede tener una afirmación tajante. Eso que parece un camino puede ser un precipicio y eso que parece un monstruo puede ser un manzano.
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